El Parque Nacional Histórico y Arqueológico de Villa de La Isabela es un lugar de alta significación histórica pues alberga los restos de la primera villa fundada por los europeos en el continente americano. En la actualidad se trata de un conjunto compuesto por tres zonas principales que se complementan entre sí:
Núcleo arqueológico, de aprox. 8 hectáreas (81,344m2), de las cuales unas 4 hectáreas pueden ser visitadas.
Tanto las fuentes históricas como las investigaciones arqueológicas coinciden en que el poblado principal funcionaba como asentamiento militar y estaba rodeado de un muro construido para protección. En el interior se ubicaban cinco edificaciones de piedra distribuidas en una extensión aprox. de 2 hectáreas: la casa del Almirante, el almacén real o alhóndiga, el polvorín, la iglesia y la torre vigía. A estas estructuras se le sumaba originalmente un conjunto de chozas de madera y techo vegetal (similares a los bohíos taínos) cuyos rastros ya no son visibles y un cementerio con enterramientos indígenas previos a la conquista que fue también utilizado para enterramientos cristianos de la época colonial. Siguiendo la línea de la costa, a unos 200 metros al sureste de la casa del Almirante, se localiza el acantilado que sirvió de cantera para extraer la roca utilizada en las construcciones.
A unos 2 km. del asentamiento militar, en la margen oeste del río Bajabonico, se encontraba el asentamiento civil, área también ocupada por los españoles y aparentemente utilizada para las actividades agrícolas y ganaderas. Se encontraron en los alrededores algunos hornos de alfarería utilizados para la fabricación de tejas y ladrillos. Actualmente, el lugar se conoce como Las Coles.
Facilidades del Parque, de tamaño similar al núcleo arqueológico. Se componen de 26 edificaciones de diversos tamaños que albergan las facilidades administrativas, de exhibición y de recreación del parque, hoy en vías de recuperación. Su construcción fue financiada por el gobierno español en el marco de la celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento. Incluyen un museo de sitio, laboratorios, biblioteca, talleres artesanales, muelle y otras estructuras de soporte a la visita. Estas áreas se encuentran cerradas al público.
Área protegida complementaria, de aprox. 44 hectáreas, que circunda las zonas antes mencionadas. Allí se han identificado varios asentamientos hispánicos (Laguna Grande y Dieguito) e indígenas (en Loma Candelón, Las Paredes, La Landra y Laguna Playa), algunos de estos últimos de épocas previas a la colonización española. Las evidencias arqueológicas indican además que el área de La Isabela estuvo habitada por al menos dos grupos aborígenes diferentes (taínos y macorixes) que compartieron territorio con los españoles durante los 4 años en que la villa estuvo poblada.
Adicionalmente a estos hallazgos arqueológicos toda el área es de interés ambiental gracias a sus paisajes naturales con valles y acantilados, a las diversas especies de manglar que pueblan las desembocaduras de los ríos Unijica y Bajabonico y a su característica costa de arrecifes coralinos.
Historia:
La villa de La Isabela fue fundada por Cristóbal Colón a modo de fortaleza en los primeros días de enero del año 1494, luego de su segundo viaje. El lugar escogido fue la planicie del farallón hoy conocido como Punta del Castillo, en la Bahía de la Isabela. Concluidas las construcciones básicas, Colón permaneció en el poblado hasta marzo del mismo año, en que partió por tierra a explorar el resto de la isla, en particular la región del Cibao, sus valles y riquezas naturales.
La Isabela comienza entonces a desarrollarse como eje del control hispánico en la isla. Sin embargo, al poco tiempo de su fundación, los españoles de la villa empiezan a padecer las difíciles condiciones del nuevo entorno. Las constantes muertes por plagas y enfermedades, el escaso alimento y el arduo trabajo contribuyeron a deteriorar a una población muy disminuida. Este ambiente hostil e insalubre no produjo más que descontento y rebeliones internas, provocando la queja formal ante la corona en contra de Cristóbal Colón y su gobierno de la isla.
Los cronistas e historiadores señalan el período 1497-1498 como aquel en que la gran mayoría de pobladores abandona el lugar, trasladándose hacia el sur a otras villas de reciente fundación, como Concepción de la Vega y Santo Domingo (por entonces asentado en la margen oriental del río Ozama), en busca de mejores condiciones de vida y de las riquezas en principio prometidas. Es así como la primera ciudad europea en tierras americanas cae en el olvido y empieza su lento pero definitivo deterioro.
Luego de ser frecuentado durante siglos por corsarios y pobladores ocasionales, hacia mediados del siglo XIX aún se reportaban en el lugar los restos del almacén y de la casa de Colón y los pilares de la iglesia. Con el paso de los años las ruinas seguían deteriorándose y perdían materiales importantes que fueron utilizados en la construcción de otras edificaciones en ciudades cercanas. Este saqueo fue sin dudas intenso pues entre 1880 y 1890 investigadores extranjeros indicaron en sus informes que no quedaban más que montones de piedras y ladrillos en el solar. También se reporta durante la dictadura trujillista el arrasamiento del solar con equipo pesado para su supuesta limpieza.
No fue sino hasta la segunda mitad del siglo XX en que las autoridades dominicanas toman conciencia de la importancia de estas ruinas. Entre los años 1960 y 1980 se llevan a cabo los primeros reconocimientos y excavaciones arqueológicas importantes en el asentamiento original y sus alrededores a cargo de investigadores dominicanos entre los que se encuentran Carlos Dobal, Luis Chanlatte Baik, Elpidio J. Ortega y Marcio Veloz Maggiolo. Paralelamente, se inicia el rescate de las ruinas del asentamiento militar y la delimitación parcial del terreno.
Las investigaciones más intensas, llevadas a cabo entre 1989 y 1999, son producto del esfuerzo conjunto entre la Dirección Nacional de Parques de entonces, el Museo del Hombre Dominicano y varias universidades extranjeras, en particular la Universidad de la Florida (Estados Unidos) y la Universidad Nacional y Experimental Francisco de Miranda (Venezuela). Cabe destacar la labor investigativa de los arqueólogos Kathleen Deagan y José María Cruxent. Sus hallazgos aportaron valiosa información científica sobre el contacto entre aborígenes y conquistadores, el carácter de la antigua villa y los elementos naturales que integraban este singular entorno.
En la actualidad, el Ministerio de Cultura trabaja en el desarrollo e implementación de un Plan de Manejo que garantice la gestión integral sostenible del Parque Nacional Histórico y Arqueológico de villa de La Isabela, incluyendo por supuesto el asentamiento principal, los yacimientos de las inmediaciones y las zonas naturales adyacentes. A través de diversos acuerdos y con la colaboración de instituciones nacionales y organismos de cooperación internacional se espera igualmente renovar las facilidades del Parque, a fin de que pueda abrirse a la visita de nacionales y extranjeros.
Arquitectura y construcción:
El paisaje actual que circunda las principales ruinas de la villa de La Isabela permite recrear las condiciones por las cuales fue escogido el sitio como asentamiento, tanto por las poblaciones autóctonas como por los conquistadores españoles: excelente puerto natural, área de fácil defensa, lugar protegido por elementos naturales y con fuentes de agua potable a poca distancia.
Tras la decisión de fundar el poblado se dispuso el trazado para ordenar sus calles y se repartieron solares para que los hombres de mayor rango construyeran sus viviendas. El asentamiento original de la villa estaba compuesto de almacén, iglesia, hospital y casa de piedra para el Almirante, todos de arquitectura muy simple, y un poblado militar con viviendas de madera. El resto de los habitantes ocupó un segundo asentamiento civil lejos de la costa donde se construyeron bohíos según el modo indígena. Numerosos huecos de postes de madera fueron encontrados durante las investigaciones.
El diseño urbanístico de la villa de La Isabela seguía la tradición de fundación de ciudades de la época medieval española con sus calles estrechas e irregulares, concebidas para brindar refugio y protección en el nuevo territorio conquistado. Se presume que este recinto estaba rodeado por un muro de protección y varias torres, de las cuales solo se conservan restos de aquella ubicada al noroeste.
Los materiales y técnicas de construcción utilizados en el núcleo arqueológico principal obedecían al tipo y uso de las diferentes edificaciones. Entre los materiales de construcción se destacan la piedra, labrada de manera rudimentaria y en algunos casos pulida, la tapia, y la madera y las tejas en techos.
A pesar de su breve evolución física el poblado indicaba la intencionalidad de un primer núcleo urbano, con edificaciones de uso público de escala y dimensiones mayores que las de las viviendas. Las diversas investigaciones han podido localizar igualmente otros elementos estructurales insinuados pero no mencionados en las crónicas históricas, tales como el muelle, la herrería y el sector del astillero para la “construcción de carabelas”, la cantera de abastecimiento para las piedras, al igual que un pozo artesiano y un horno para la elaboración de tejas.
Grado de Protección: Las Ruinas de La Isabela fueron declaradas Monumento Arquitectónico por la Ley No. 492, del 27 de octubre del 1969. Con la creación de la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales en el año 2000 el yacimiento arqueológico, su zona de acción y sus facilidades para el visitante fueron incorporadas como Parque Histórico y Arqueológico al Sistema Nacional de Áreas Protegidas (Ley 64-00).
Más tarde, la administración del Parque se traspasa a la Secretaría de Estado de Cultura, hoy Ministerio de Cultura (Ley Sectorial de Áreas Protegidas No. 202-04). En la actualidad, el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales participa también en la gestión del sitio, producto del acuerdo marco de colaboración que ambas instituciones firmaron en el 2009.
Legislación protectora:
Fecha de nominación como patrimonio mundial:
Este sitio fue nominado en una primera ocasión (1989) junto a la Ciudad Colonial de Santo Domingo y a la antigua villa de La Concepción de la Vega. A sugerencia del ICOMOS, el país retiró la nominación conjunta para presentar más adelante una nominación de cada uno de los sitios en forma individual. Hasta el momento el Parque Nacional Histórico y Arqueológico de la Villa de La Isabela está aún pendiente de ser presentado para su inscripción en la Lista de Patrimonio Mundial.
Inscripción en la Lista Indicativa Nacional: 2010
Datos de interés:
Dirección Nacional de Patrimonio Monumental (DNPM)
Calle Hostos No. 154, Ciudad Colonial
Santo Domingo
Tel: 809-688-9105
Parque Nacional Histórico y Arqueológico de la Villa de La Isabela en la página de la UNESCO (en inglés):
http://whc.unesco.org/en/tentativelists/1706/
La Isabela en la página del Florida Natural History Museum (Museo de Historia Natural de la Florida)
http://www.flmnh.ufl.edu/histarch/isabela.htm
Parque Nacional Histórico y Arqueológico de la Villa de La Isabela en el portal Arqueotur:
Parque Nacional Histórico y Arqueológico de la Villa de La Isabela en el portal Panoramio: http://www.panoramio.com/map/#lt=19.889046&ln=-71.078747&z=2&k=2&a=1&tab=1&pl=all
Dirección y/o Localización:
El Parque Nacional Histórico y Arqueológico de La Isabela se encuentra en el municipio de Luperón, provincia Puerto Plata, en la costa norte de la República Dominicana. El yacimiento arqueológico principal está ubicado sobre una plataforma coralina a unos 3-5 metros sobre el Océano Atlántico en una pequeña ensenada de la Bahía de La Isabela, próximo a la desembocadura del río Bajabonico y al pueblo de El Castillo.
Coordenadas: 19°53'16.72” Norte, 71°4'48.90" Oeste
Información para el visitante:
Existen dos rutas para llegar por carretera al Parque Nacional Histórico y Arqueológico de la Villa de La Isabela:
Primera ruta: Partiendo de Santo Domingo tomar la Carretera Duarte hacia el Norte, pasar la ciudad de Santiago y luego tomar la carretera hacia Puerto Plata. Al llegar al cruce de Imbert tomar la carretera que conduce al municipio de Luperón. Desde allí se continúa hasta el distrito municipal de El Castillo donde se encuentra el Parque.
Segunda ruta: Siguiendo el primer trayecto de la primera ruta, por la Carretera Duarte hacia el Norte, luego de pasar la ciudad de Santiago y el pueblo de Navarrete continuar hasta el Cruce de Guayacanes. Tomar la carretera en dirección norte en ruta hacia Punta Rusia. Pasando por Los Hidalgos, Mamey y Villa Isabela, y luego de vadear los ríos Unijica y Bajabonico se llega finalmente a la comunidad de El Castillo, donde se encuentra el Parque.
Importante: Esta ruta debe hacerse en vehículo todo terreno, pues el camino es muy accidentado y los ríos pueden presentar crecidas por lluvias.